La Torre Sumergida
12 /01/2010
El pasado está ahí, aunque no lo veamos. Y el presente mismo es un pasado que alienta bajo la superficie. Estamos condenados, por así decirlo, a una separación íntima de nosotros mismos, de quienes somos en el fondo. La única esperanza de restituirnos a la plenitud está en la respiración o en la música de la respiración, esa ciencia o arte que llamamos poesía y que es capaz, si no de dar con la palabra justa, de acariciar al menos su significado.
Ese pasado, presente o esencia que está ahí, invisible, es como un animal marino, una medusa o un calamar que, si somos capaces de seguirlo hacia lo profundo, adquiere forma y colores, irradia luz e ilumina la oscuridad misma. Para seguirlo, para dejarnos caer hacia el fondo, hacia el vacío promisorio, es preciso contener el aliento. Quedarse quieto. Dejarse inundar.
Entonces aparece la visión radiante, radiante de imágenes y de aromas, de dolor o de alegría, y se hace explícita, casi cegadora, la vivencia.
Estas son las palabras o reflexiones que me han venido a la cabeza después de leer La torre sumergida. Es un libro escrito con una claridad expresiva y un despojamiento radical de adornos y no sólo de adornos, también de ideas preconcebidas o buscadas, de modo que todo fluye sin mediaciones, directamente desde dentro, y esto favorece la identificación, por lo menos en lo que a mí se refiere.
Quiero decir que, al leerlo, es como si lo estuviéramos escribiendo, como si fueran nuestros pies los que pisan el suelo de esa realidad recuperada, y nuestros ojos los que se abren a la evidencia, a ese espacio transparente donde los recuerdos no son recuerdos, sino emociones actuales. Por eso ahora puedo sentir o creer ahora que yo también he sido, o soy aquella niña
extrafalaria y exótica
con tus vestimentas de hombros descubiertos,
o esa madre dolorosa, condenada a escuchar el corazón de su hijo
Que palpita agazapado en tu sueño
y que yo también puedo decir, y digo, con Adriana Hoyos, que
Con el lenguaje trazo la distancia
Reinterpreto esta vida
Espío en la montaña el vuelo
Para escuchar entre la hierba cómo surge la vida misteriosa
Agustín Cerezales

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